Pero regresemos un poco al pasado y averigüemos de
 dónde vino a salir esta intrusa, que por más bonita y por 
más colita que tenga usurpó el lugar de la k. Su origen es sumerio y para esta cultura, como para los egipcios,
 significaba «mono»; y para los cretenses este mono, hasta llegar a Egipcio, orejas tuvo.

En otra versión, Philip B. Meggs asegura que
 esta letra significa ojo de aguja, y también podría serlo.

Se trata de la kof de los fenicios y la koppa para los
 griegos, quienes eliminaron su uso antes de que la Grecia 
clásica conociera su esplendor. Sin embargo, la q
 permaneció en dialectos occidentales, probablemente en
 el de Cumas, de donde los romanos la deben haber
 rescatado, para desgracia de la k, que para entonces había dominado la escritura.

La q se utiliza en muy pocas palabras del español, pero su uso es muy frecuente debido al pronombre relativo que y sus más de 25 distintas acepciones incluidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Se preguntarán si en algún momento esta minucia sobre la q se hará más amena, si la historia mejorará, si mencionaremos a Unamuno tratando de sacarla de las filas del abc o si consideraremos sus usos extraortográficos, pero nos es imposible, porque a la q no le pasó nada, y si ha permanecido, con su que y su qui, hasta nuestros días sin haber sufrido lo que otras letras han padecido, es porque la q es una letra con influencias.

Los latinos nos legaron la Q
 mayúscula, y la caligrafía nos legó la q minúscula, con su 
pancita y su colita.

Es decir, la q es latina y la cultura latina ha ejercido su poder a lo largo de los siglos, cautivando a lingüistas e intelectuales, quienes la han alentado como a un pequeño que va por primera vez a la escuela: «vamos querida, vamos, que sólo tienes que lidiar con la e y la i».

Entonces, queridos lectores, si se preguntan de nuevo «¿esta letra es aburrida?» la única respuesta que puedo darle es sí, porque es una verdad innegable que la q parece y es aburrida.

Fuente: de