Educadores Argentinos: Rosa Guerra
Biografía:
Nació en Buenos Aires en el año 1834 (se desconoce la fecha) y falleció el 18 de agosto 1864. Fue una mujer pionera en el mundo de las letras argentinas.
Desde joven muestra una ferviente tendencia hacia la formación educativa femenina. Profesa la enseñanza y luego dirige el colegio privado que regenteaba «Ana Bevans» en el barrio bonaerense de Belgrano.
En 1852, comienza su carrera literaria con la publicación de su propio periódico: La Camelia. Este bi-semanario publicado por la imprenta Republicana nace después de la caída del dictador Juan Manuel de Rosas y contaba con la participación de varias colaboradoras anónimas. Con el slogan: “Libertad! No licencia; igualdad entre ambos secsos”, Rosa Guerra inserta propuestas de igualdad social y emancipación femenina con un tono discursivo altaneramente combativo destinado a resistir las doctrinas de secularización social vigentes. La Camelia denuncia la urgencia de educar científicamente a la mujer como agente productor de valores morales beneficiosos para la familia y por extensión, la nación. Una temática distintiva de la escritura periodística de Guerra es su lucha por el reconocimiento a la mujer exiliada y la desmitificación de la noción de inferioridad de la mujer americana ante los modelos europeos y norteamericanos.
Fundó dos periódicos: La Camelia, dedicado a difundir las ideas de igualdad entre los sexos, y La Educación, periódico religioso, poético y literario. También colaboró en los periódicos La Nación Argentina, El Nacional y La Tribuna. Publicó la novela «Lucía Miranda» sobre el tema de la cautiva; «La Camelia», y un drama en verso, Clemencia, drama en tres actos en verso dedicada al presidente general Bartolomé Mitre. De manera póstuma se publicó su libro de poemas, Desahogos del corazón.
A partir de Caseros comenzó una etapa promisoria en lo que se refiere al periodismo de mujeres. Muy poco después de la caída de Rosas, el 11 de abril de 1852, una docente y escritora, Rosa Guerra, se atrevió a lanzar su revista La Camelia, cuando regresaban los proscriptos y Buenos Aires se agitaba en medio de problemas políticos y proyectos de toda clase. Sin ninguna experiencia, Rosa Guerra y sus colaboradoras, que firmaban con seudónimos, llenas de buenas intenciones, adoptaron un tono beligerante que se traslucía en el lema elegido: “¡Libertad! No licencia. Igualdad entre ambos secsos” [sic]. Saludaban a los colegas periodistas ofreciéndoles “un ósculo de paz”, pero pronto comprenderían que sus propósitos sólo provocarían burlas malignas por haber osado invadir el terreno de los hombres. Se entabló entonces un duelo de notas firmadas entre La Camelia y El Padre Castañeta, con seudónimos. Navarro Viola, director del segundo, tuvo el mal gusto de publicar una poesía en la que, con pésima intención, le decía entre otras cosas: “Mas no es la desgracia peor / de meteros a escritoras / hallar pocos suscriptores / y lo mismo suscriptoras / sino que si alguna vez / escribís con ciencia suma / no faltará quien exclame / leyéndoos: ¡hábil pluma! / y hasta habrá tal vez alguno / que porque sois periodistas / os llame mujeres públicas / por llamaros publicistas”.
Las Redactoras –así firmaban– retrucaron en el número 4, del 18 de abril de 1852, que “sin ser mujeres públicas ni publicistas, hemos creído en estos momentos de libertad poder alzar nuestra voz para reclamar los derechos de igualdad entre ambos secsos [sic]: S. R. no nos negará que somos iguales ante Dios y ante la naturaleza; que la divina voluntad del Ser Supremo no instituyó leyes de desigualdad y menos tiránicas…”.
El 11 de mayo de 1852, con el número 14, finalizó la publicación de La Camelia, cuya directora, en el número 12, había negado tener participación en la revista, en nota publicada también en el diario Los Debates. Las redactoras daban fe de ello y ofrecían revelar sus nombres y apellidos “para tranquilizar a la señorita Guerra”. Lo cierto es que la revista desapareció, pero Rosa Guerra volvió a la palestra con otra hoja, La Educación, el 24 de julio. Salieron seis números, hasta el 11 de setiembre pero la periodista continuó colaborando en los diarios La Tribuna, El Nacional y La Nación Argentina. Publicó, además, Lucía Miranda, novela histórica en verso, 1860; el drama Clemencia, primera obra teatral escrita aquí por una mujer, 1862; Julia o La educación, lecturas para niñas, y Desahogos del corazón, poemas, en 1864, año en que falleció.
En mayo de 1852, escribía: “Nuestras jóvenes vegetan en el aprendizaje del piano, del dibujo y de otras fruslerías, que aunque son un adorno en la niñez, de nada les son útiles, cuando pasan a llenar la misión de madres y de esposas; sin embargo, no nos oponemos a que se les enseñe todo lo que llegue a embellecerlas, sin perjuicio de los conocimientos que deben adquirir de las ciencias que deben hacer valer ante la sociedad en favor de sí y de sus hijos. […] Finalice entre nosotras ese fanatismo ridículo y perjudicial, de que no precisamos otros conocimientos que los de la aguja para ser felices […]”.
* Obras:
Poemas
- Desahogos al corazón (1864)
Amor ideal
Novelas
- Lucía Miranda (1860)
- Desahogos del corazón (póstuma)
Teatro
- Clemencia (1862)
Libro para niños
- Julia o la educación (1863)