Dirige un colegio revolucionario y promueve La Noche de la Escuela: “Educar es dar y recibir”
Se llama Mariana Biró, tiene 93 años y en 1941 llegó a la Argentina desde Hungría a quedarse para siempre. Recién declarada Personalidad Destacada de la Educación, no abandona otro de sus grandes sueños: fundar el Museo de Inventos Argentinos.
“Toda buena charla necesita un buen café. ¡Qué buen invento el café, verdad?”, dice y pregunta pícaramente Mariana Biró (o Marianne, nombre bajo el que nació en Budapest, Hungría, antes de radicarse en nuestro país en 1941) jugando con su pasado -su padre Ladislao creó el bolígrafo-, su presente -¿quién creería que nació hace 93 años?- y el futuro -adverbio de tiempo que adora desafiar-. Jugando, pero también buscando retos, en un ida y vuelta con Revista GENTE, que siempre encuentra excusas para visitarla. Como ahora, mientras celebra el aniversario número 60 de la Escuela Del Sol, que fundada en 1966 junto a su marido, Mike.
“Sí, durante el año en que depusieron a Arturo Illia, llegaron Onganía y los ‘bastones largos’, nosotros fundamos una escuela libre, laica y democrática”, redondea el primer párrafo de esta nota. Y no queda más que acercarle el grabador y seguir su iluminada estela.
“LO PRIMERO QUE ME PREGUNTARON FUE: ‘¡¿USTED NO QUERRÁ ESTA CASA PARA ABRIR UN HOTEL ALOJAMIENTO, CIERTO?!’”
Pronto empieza a contar: “Cuando mi marido y yo pensamos en abrir una escuela, él viajó a Estados Unidos para hacer su doctorado y yo quedé en encontrar el lugar. Me habían avisado que en la esquina de Ciudad de La Paz y Jorge Newbery había una propiedad. Fui un día, subí la escalera y, en medio de una imagen de un San José, me atendió una señora viejita, casi acostada. Era la hija del dueño de Jabones Guereño, una marca muy importante de la época”, aclara.
-¿El que publicitaba Evita y la apadrinaba en radio, cuando la futura mujer de Juan Perón iniciaba su carrera?
-Tal cual. Lo cierto fue que, manejando desde Mar del Plata, la señora chocó, murió su esposo -que era juez-, y ella, muy religiosa, cayó en una enorme depresión. Tenía cinco hijos. “¿Usted qué quiere?”, me preguntó de entrada. “Vengo por el aviso”. “¿Pero para qué? ¡¿No querrá esta casa para abrir un hotel alojamiento, cierto?!”. “… Es para fundar una escuela”. “Ah, menos mal, porque muchos quieren convertirla en otra cosa, y para eso no va”, me comentó aliviada. Compramos la mitad al contado y la otra mitad en dos años.
Ladislao, el padre de Mariana, en su fábrica de Buenos Aires. Había patentado el bolígrafo en Hungría, durante 1937. Su invento comenzó a fabricarse y comerciarse acá en 1944.
-¿Usted andaba en los 32, 33 años?
-Uy, dejame hacer el cálculo (lanza una carcajada)… Pronto la gente nos apoyó para comprar la casa. Padres de chicos que tuvimos durante años en Escuela de la Comunidad Americana; muy lindo grupo. Mis padres también nos ayudaron. Y así empezamos. Cuando los alumnos entraron a secundaria, ese edificio nos quedó chico y adquirimos la casa de al lado, sobre Newbery, y la integramos.
-¿Cómo fue evolucionando el colegio?
-Por suerte, de los 18 alumnos del primer año, para el segundo ya teníamos 90. La gente se dio cuenta de que había algo diferente. Pasaron 28 presidentes, no sé cuántos ministros de Economía y de Educación, y tantas cosas más; hubo altibajos un montón de veces, pero sobrevivimos seis décadas con dignidad, sumando a la fecha unos veinte mil alumnos, acompañados por sus familias. Uno piensa: “valió la pena”.
DE SER DECLARADA PERSONALIDAD DESTACADA DE LA EDUCACIÓN A SU NUEVA “OCURRENCIA”: LA NOCHE DE LA ESCUELA
«Seis décadas» después, sí, el “valió la pena” encuentra sustento por doquier. La coqueta señora de ojos verdes lo sabe y se entusiasma mencionando los porqués: “El 14 de julio nos juntamos en nuestra biblioteca… ¿Vos viste la biblioteca, no? -consulta y continúa sin esperar respuesta-. Lengua y Literatura es uno de nuestros fuertes, y ahí celebramos los treinta años de Metratasta, una antigua revista que venimos haciendo a través de talleres literarios y demás. Kevin Johansen, que fue alumno de la escuela -igual que lo fueron y son sus cuatro hijos-, nos cantó tres temas. Después llegó lo de la Legislatura…”
-Donde, rodeada de afectos, fue declarada Personalidad Destacada de la Educación.
-Tal cual. “¿Qué quiere hacer?”, me consultaron al tiempo que me adelantaban que se iba a pasar un video producido por Lala Franco -mujer de Kevin y gran amiga mía-; que hablaría un exalumno de la primera camada; que una nena de cuarto grado leería una poesía hermosa; que Lily Rose, actual maestra de música, interpretaría una canción, y que el legislador Hernán Reyes me entregaría una plaqueta. «¿Qué quiero hacer? Sólo hablar cinco minutos».
-¿Así surgió el discurso que escuchamos y maravilló?
-Lo estuve pensando bastante y sí: enfocado en que la educación es todo, de lo más sofisticado a lo más simple. Del campesino que le enseña a su hijo a sembrar al profesor que divulga conocimiento desde la universidad. ¿Qué es lo que en Japón, en Escandinavia, en Tanzania, en la selva brasileña, en todo el mundo queremos transmitir? ¿Cómo puedo yo decirlo mediante pocas palabras? Me parece que se resume en la esencia: saber dar y aprender a recibir. Si vos sabés dar y aprendés a recibir, tu vida está hecha. De chiquito, de mediano, de grande. Al final, todo es eso.
-A propósito de dar y recibir, recibir y dar, ¿La Noche de la Escuela es su nuevo “invento”?
-(Improvisa una carcajada) Yo prefiero llamarla una “ocurrencia”, una linda ocurrencia. Si está La Noche de los Museos y tantas otras “noches”, ¿por qué no la de la escuela? La lanzamos el sábado 24 de agosto y soñamos que para 2026 muchos otro colegios se acoplen. Abrimos las aulas, el patio, encendimos las luces, y la gente entraba, miraba la gráfica que la atrapaba: “¿Usted sabe cómo se forma el petróleo?”, u otras temáticas. Y podía conversar con la persona responsable de esa materia: Filosofía -que tenemos desde primer grado-, Mediación, Literatura, Inventiva… Cada aula contaba con su lugar y su docente. Y así se generaba un recorrido. Armamos un campamento con carpas. ¿Cómo resumirlo en pocas palabras? La idea es que las escuelas vivan.
-¿Y es así?
-Es así. El padre trae a su chico a la escuela, quiere saber cómo es, nos hace una entrevista, nosotros le contamos. Después, si le gustó, manda a su hijo. Si lo llamamos o hay una reunión, viene, claro. Pero ¿qué es un colegio, además del lugar en el que se enseña a su hijo? ¿Qué ofrece?, ¿por qué existe?, ¿qué pasa con el chico que entra? ¿Por qué es la primera cosa institucional a la que ingresa?, ¿qué enseña?, ¿cómo? ¿Cuál es el proceso para aprender lo que aprende?… Esa noche estuvo abierta a la comunidad y a quien quisiera.
“MI FAMILIA ME TRANSMITIÓ QUE LA VIDA HAY QUE MERECERLA…, AUNQUE PARA AFRONTARLA COMO UNO QUIERA”
Su sencilla lapicera avanza sigilosa mientras escribe “Con agradecimiento y cariño”, desde un trazo fino y elegante. Sucede apenas le pedimos una dedicatoria de puño y letra en 60 años de Sol (1966-2025), edición aniversario, el gran libro que acaba de obsequiarnos y recorre, en apasionantes 178 páginas, la historia de una escuela, donde, según se lee en la contraatapa, “los chicos siempre se llevan una tarea a su casa: pensar”. Pensar, uno de esos superpoderes que sabe desarrollar Biró y expone ante cada pregunta.
-Uno es responsable de su vida, pero hay algo de lo que no lo es: la familia en que nació -señala sin prolegómenos-. De ahí en más, sí. Yo tuve la suerte de nacer en una familia cuyo padre era inventor; mi abuela también inventaba. Una familia con la mente abierta. Carezco de hermanos, pese a que mi padre tuvo uno y mi madre, dos. Tampoco me tocaron primos. Así que, de todo lo que me querían me podrían haber arruinado (risas). Sin embargo, me hicieron bastante autónoma y me entregaron muchísimo cariño y mucha comprensión. Si yo quería algo, no me decían “no”, “qué ridículo” o “esperá un poco”, sino “¿por qué querés eso?”, y debía explicar los motivos. O, si era invierno en Hungría y pretendía salir a jugar afuera, debía tomar un cepillo que había en el vestíbulo, calzarme las botas y barrer la nieve que bloqueaba la puerta.
-¿Es decir?
-No me decían “trabajá”: yo me daba cuenta de que si no me comprometía a solucionar eso no podía salir a jugar. Mi familia me transmitió que la vida hay que merecerla, aunque con libertad, para afrontarla como uno quiera. Todo eso recibí. Y todo eso quiero dar, intentando hacerlo de la mejor manera. Porque yo no le puedo hablarle a un chico de primer grado como a uno de séptimo. Hay que aprender la forma, y a la vez socializar al chico -el baño es el baño y el living es el living-, pero sin dejar que la enseñanza lo aplaste. “¡Cuidado, que te vas a caer!”: tanto se lo dicen que el niño cumple y se cae, porque suena a mandato. Otra cosa es sugerirle: “Fijate dónde caminás, mirá bien”.
-¿El dar y recibir no siempre está bien entendido?
-Tal cual, porque a veces se sobreprotege al chico. Y sobreproteger -le explico a los padres- es abandonar. La otra vez llamé a una mamá. Me dijo: “Es que, pobrecito, mi hijo”. “Mirá, yo en esta escuela no tengo ni un solo alumno pobrecito. Todos ven, todos escuchan, todos caminan, todos se mueven. ¿Qué tiene de pobrecito?”, le planteé. “Bueno, la mochila es muy pesada”. “Okay, que aprenda a llevar la mochila pesada. No es un problema”. Por otro lado, estamos en un lugar donde no se puede dejar a un chico ir solo a ningún lado, lo que también es una realidad. Antes, a los seis años un pibe aprendía a tomar un colectivo; ahora ni a la esquina puede ir solo. Pero son dos cosas distintas.
-¿Cuál es la línea adecuada entre ambas?
-Hay una realidad a la cual te debés adaptar para sobrevivir, pero también tenés que modificar ciertas cosas, contar con el coraje, la visión y el permiso interno para poder decir: “Yo quisiera que esto fuese distinto, ¿qué puedo hacer para lograrlo?”. Sin embargo, no es bla bla bla ni ir a la plaza a gritar: es hacer.
-¿Ésa es un poco la base de la creación de los inventos, cierto?
-Claro (suspira), el aquí y el ahora. En el colegio lanzamos el siguiente desafío: “Deben inventar un contenedor dentro del cual pongan un huevo crudo, para luego tirarlo desde el primer piso y que dicho huevo no se rompa”. ¿Sabés cuál fue el que más me gustó? El del chico que lo metió dentro de un pomelo. Porque resultaba una cosa natural. Para eso tuvo que ir desde chiquito a una plaza, conocer las plantas, saber cómo crece y se desarrolla un pomelo y que cuando cae no se rompe. Nos encontramos en una ciudad, necesitamos aprender a vivir en ella, tomar un colectivo, caminar, desde ya, pero tampoco podemos dejar afuera a la naturaleza, porque sigue estando ahí y existen espacios enormes en el planeta donde la misma naturaleza obra como corresponde. Aprendamos de eso también.
“LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL PUEDE HACER COSAS MARAVILLOSAS, PERO TAMBIÉN DE LAS OTRAS”
Cuando del segundo café ya no quedan rastros dentro de la taza de la entrevistada, de la fotógrafa y del periodista, Mariana Biró propone una recorrida por las instalaciones de la EDS, ubicada en Crámer 450, Colegiales, a dos cuadras del edificio anterior, “que dejamos en 2009, cuando se lo vendimos a los Hare Krishna”, apunta. Al instante su andar se mimetiza con los pasillos, pero en especial con los alumnos y docentes que cruza en el camino. “Es que son familia”, subraya, al tiempo que responde las últimas preguntas de GENTE:
-¿Cuáles han sido los grandes secretos de la Escuela Del Sol para perdurar en el tiempo?
-La innovación, el acompañamiento y el progreso. Que los que vienen tengan la mente abierta, desde ya. Yo lo llamo “permiso interno”. Pensá antes, pero hacelo. Se puede, si estás dispuesto a aguantar las consecuencias. Frente al “qué dirán”, a los problemas, hay que animarse. Sin cambios no hay progreso, lo que no quiere decir que todos los cambios sean buenos. Tampoco hay que tenerle miedo al fracaso. Elijamos el coraje: “Yo pienso esto, ¿qué posibilidad hay de concretarlo? ¿Hay otra opción mejor? ¿Cómo lo haría? ¿Afecta para bien o para mal? Pensemos, ¡pero pensemos!”. Cuando tenés una idea y querés patentarla en un país funcional, la llevás a la oficina correspondiente. A partir de ahí te dan devoluciones respecto a lo que ya está, modificás lo necesario, hasta que te aceptan el invento y lo registran con día, hora, minuto y características. Antes el centro mundial estaba en Holanda, ahora en Washington, en el Congreso.
-¿Cuánto se tarda en conseguir una patente que permita desarrollar el producto?
-En el mundo, por lo general, un año, un año y medio en obtener una, para empezar a fabricar. ¿Sabés cuánto nos lleva ahora en Argentina? Arriesgá un número… Seis años y medio. En su época, Domingo Cavallo -podés estar de acuerdo o no con él, pero siempre fue un tipo inteligente- puso a Norma Félix a cargo de tal oficina. Y durante su gestión la autorización llevaba apenas un año. ¿Somos conscientes de que las patentes son un gran bien para el país? ¿Lo sabemos? ¡La patente del bolígrafo trajo mucha, mucha, mucha plata a la Argentina! Y cuando no podés o tardás, vas a buscar solución en otro país, y ahí sonamos. Inventar es crecer.
Durante la entrevista con Revista GENTE.
-¿Qué piensa usted, como mujer disruptiva que se ha ido adaptando a casi un siglo de cambios de todo tipo, de la Inteligencia Artificial?
-Si bien no conozco tanto como para hablar técnicamente del tema, entiendo que mediante la IA se dio paso a una apertura enorme. Ahora, ¿cómo usarla? O sea, te traigo un ejemplo: No me acuerdo en qué año, pero con el asunto del Mercosur, recuerdo que Argentina tenía que mandar trigo a Brasil, al tiempo que Brasil nos enviaba autos a nosotros. Buenísimo, importamos autos. El tema fue que no se hizo un estudio para ver cuántos iban a quedar en Capital y cuántos irían al interior. De la misma manera que no se planteó si era adecuado que las calles fueran el dormitorio de los coches, qué hacer con todos ellos. ¿Y con el tránsito? Nada de eso se hizo, fue un viva la pepa… Yo creo en planificar, entiendo que no se puede pasar del paso 1 al 6 saltando el 2, 3, 4 y 5.
Mariana BiróLa hora de partida, desandando el pasillo central de su amado colegio. Un minuto antes, Mariana Biró, casi ruborizándose, nos adelantaba que en pocos días (martes 30 de septiembre a las 15:30), el embajador de Hungría, Péter Kveck, le otorgará a la Cruz de Oro del Mérito del país que la vio nacer.
-¿Entonces?
-En nuestro país la ley es opcional: el que quiere la cumple y el que no, no. Y cuando es así y entra en juego la condición humana (porque en los tiempos que corren a través de la tecnología se puede señalar cualquier cosa de cualquiera sin pruebas y nadie dice nada), dejar esas puertas sin un control serio puede traer grandes dolores de cabeza. A mí me parece que hay que reglamentar; la persona debe tener cierta protección y defensa. La Inteligencia Artificial puede hacer cosas maravillosa, pero también de las otras. Hay que avanzar con cuidado. Debería haber un estudio, adaptándolo al país en cuestión: ¿qué podemos y qué no podemos hacer? Porque, claro, nosotros no vamos a poder hacer lo mismo que Suecia.
-Perdón, para cerrar sin olvidarnos de un tema que mencionó en la entrevista anterior y hoy no mencionó: ¿Se resignó a su gran deseo de fundar el Museo de Inventos Argentinos?
-¿A vos te parece que soy una mujer de resignarme? Estoy tomando carrera. Ya va a llegar (cierra Mariana Biró, regalando una última carcajada).
Fotos: Rocío Bustos, Laura Bontempi, Fundación Biró y Leo Ibáñez
Fuente: Revista Gente